...Porque siempre hay un "Plan B" para cada ocasión...para alegrarnos el día a bocados y pequeños tragos...

lunes, 26 de septiembre de 2016

Tan lejos, Tan cerca

A principios de agosto hacía mucho calor en Sanlúcar: el viernes 5 y el sábado 6 no eran días para estar en otro sitio que no fuera la Taberna ErGuerrita (y no sólo porque había aire acondicionado). Y es que en las catas de verano de este mítico lugar se dan cita ya desde hace años personajes relevantes dentro del mundo del vino nacional e internacional.
A la espera de la acogida temporal o la adopción permanente que me permita disfrutar de todas las catas sin tener que mirar el calendario, este año la suerte y la planificación han querido aliarse conmigo para poder asistir al menos esos dos días.

¿Que por qué esos dos días? Diré dos nombres: José Luis Mateo y Ramiro Ibáñez (sin menospreciar la cata del sábado noche de Juancho Asenjo a la que también pude asistir).
José Luis Mateo con Armando Guerra
Para muchos de nosotros el nombre de Mateo es muy familiar y en el Marco de Jerez dudo que haya alguien que no conozca a Ramiro en la actualidad. Pero el reconocimiento de ambos traspasa fronteras: raro es el que no busca desesperadamente alguna botella de Pandorga, por poner un ejemplo, o alguno de los muchos vinos que Mateo ha ido sacando al mercado de manera irrepetible y por lo tanto con contadísimas existencias.

Hablar de la trayectoria de ambos en un solo post sería una locura, pero encontrarme con dos personas que tienen tanto en común, bien merece aunque sea "un par" de líneas en esta humilde libreta mía:

EL SUELO, LA TIERRA: Albarizas en el Sur, arcillas con pizarra, granito, arenas, etc en el Norte, diferentes, pero iguales en el valor que José Luis y Ramiro le otorgan. La tierra permanece, mientras el resto pasa, incluido el vino. A ella se le debe el resultado de lo que luego se rematará en la bodega. De ella toman las viñas las peculiaridades que hacen que cada vino sea diferente según el tipo de suelo del que procedan las uvas. Eso pudimos comprobar, por ejemplo, en Pitijopos Vol. 2: Guadalquivir Vs. Atlántico 2015 (ya en sus pantallas), al igual que ya hizo con el Vol.1: El Marco de Jerez de Norte a Sur. Un recorrido en el caso que nos ocupa que sirve para ver la excelente capacidad didáctica de Ramiro al mostrarnos y hacernos valorar cómo se expresa la variedad Palomino en los diferentes suelos de albariza, dependiendo de si el Pago es de influencia atlántica o de río. Y lo mismo pudimos ver en, por ejemplo, el Sábrego 2011 de José Luis, de suelos graníticos y arenosos (sábrego en gallego) o Gorvia 2008, en suelos de pizarra, elaborados 100% con Dona Branca. Ejemplos de monovarietales, que, por cierto, también tienen mucho en común: ambas tienen una alta capacidad oxidativa, son menos expresivas aromáticamente que otras variedades blancas y demuestran una excelente respuesta al envejecer (que se lo digan a la Palomino). Una misma variedad, que nos muestra sus características propias sí, pero que se modifican dependiendo del terreno del que provengan, inevitablemente: habrá vinos con más oxidación, otros con mayor acidez, con más recuerdos a tiza o talco, dependiendo de los compuestos del suelo y los nutrientes que contengan. ¿Acaso alguien pretende hacer un vino exactamente igual, aunque las condiciones sean distintas? Todos sabemos a dónde habría que acudir para beber vinos idénticos, planos y sin identidad...

Los vinos de la cata de Ramiro Ibáñez. Pitijopos Vol.2 en primer plano
IDENTIDAD, INCONFORMISMO: La personalidad no parece estar reñida con "dejar hacer" a la viña en su hábitat natural y expresarse con libertad. Lo único que hace falta es poseer la sensibilidad necesaria para interpretar lo que venga de ella e intervenir allá donde sea necesario, pero que la expresión provenga de la materia prima y no tanto de la bodega. De eso sabe bastante Ramiro, que junto con otro grupo de jóvenes enólogos y bodegueros del Marco ha comenzado una "revolución tranquila", que, precisamente busca recuperar la identidad de la albariza (un suelo único en el mundo) y los viñedos, algo que ha permanecido durante años en segundo plano, en favor del trabajo realizado en las bodegas. En el caso del Marco esto es todavía más significativo, ya que el método de crianza dinámica (biológica y oxidativa) se ha llevado todo el protagonismo estos años, relegando a un injusto segundo plano los mostos donde el efecto de la flor es menor y por lo tanto la expresividad del terruño más patente.
En esa misma línea se mueve José Luis a muchos kilómetros de distancia: observar, interpretar, comprender... y sobre todo aprender. Mateo siempre en constante lucha interna, siempre buscando la perfección. Un hombre con una sensibilidad especial y que comparte con Ramiro su perfeccionismo y meticulosidad a la hora de trabajar.
Los vinos de la cata de José Luis Mateo
TRABAJO, TRADICIÓN: Siempre en constante aprendizaje, buscando lo mejor de cada parcela, de cada suelo, de cada variedad, y sobre todo buscando la recuperación de las variedades autóctonas y ancestrales a menudo denostadas e incluso apartadas de la D.O. Eso es otro de los puntos en común entre los dos. Su trabajo con viñas viejas y variedades centenarias. lo vemos, por ejemplo, en UBE 2014 de Ramiro (diferentes variedades de Palomino: pelusón, jerez y fino), o en Fisterra 12 (Brancellao, Espadeiro, Merenzao, Sousón) y Muradella 12  de José Luis;  esta vez todos son ejemplos de elaboraciones plurivarietales y centenarias (o casi) en la que los ensamblajes se hacen a la antigua y buscando el protagonismo de las variedades y su comportamiento en conjunto.
La labor de investigación y la extensa bibliografía que maneja Ramiro para documentar su trabajo y el resultado del mismo encuentra un espejo similar en José Luis,que trabaja de forma incesante y a la vez autodidacta en la comprensión de la modificación de los suelos a lo largo de los siglos y el cómo esto afecta inevitablemente a la agricultura. Por eso es tan importante que sus vinos reflejen el lugar de donde vienen con el máximo respeto. Por eso se aprecian los ACERCAMIENTOS en latitudes atlánticas, donde las fronteras sólo son las que marcan los mapas. Así vemos un Treixadura 2013 criado bajo velo, al que José Luis no le ha puesto nombre (como tantos otros vinos que  "no le gustan"), y también sin nombre un Dona Branca 2009 bajo velo, que hace que nos acordemos de su Crianza Oxidativa 2009 con Dona Branca; ese vino que no puede dejarte indiferente, ese vino que te transporta a otros lugares, Galicia mezclada con el Sur. Por eso también, no debería sorprendernos que otro Marco sea posible, aquel en el que, al igual que se hacía antaño, no todo pasa por la crianza dinámica o el encabezado sistemático. Aquel en el que se fermentaba en botas, aquel en se buscaba, como en Encrucijado 2012 (sin D.O), entender el momento en que surge el Palo Cortado en las bodegas; cuando la mezcla de variedades tempranas y tardías era frecuente y daba lugar a una gran diferenciación entre unas botas y otras a la hora de ser clasificadas para su posterior crianza oxidativa. Variedades casi desaparecidas, que se integran en el 50% restante a la Palomino: Beba, Mantúo pilas, Mantúo castellano, Perruno y Cañocazo. O aquel que podemos ver en Pandorga 2014, (de nuevo sin D.O), un vino 100% Pedro Ximénez, una elaboración única, genuina, asoleado 12 días y fermentado en barrica, un vino naturalmente dulce que recuerda muchísimo a un Auslese: elegancia floral por los cuatro costados, una maravilla agotada ya.

Me viene a la memoria ahora el momento en el que, una vez finalizada la cata de José Luis, ya en "la trastienda" de ErGuerrita, y empezaban a circular otros vinos tras la cena; Mateo observaba con el silencio y la timidez que le caracterizan, probablemente analizando cada sorbo de vino, interiorizando la historia y elaboración de aquello que se vertía en la copa cuando los vinos muy viejos salieron a escena. Su porte lo dice todo: sensibilidad y humildad, No es casualidad que Ramiro estuviera presente en su cata también... no es casualidad que ambos estén tan lejos y tan cerca a la vez.


* En la copa: UBE 2014 (mágnum): Pago Carrascal de viñedos centenarios (palomino fino, jerez y pelusón). Fermentado en bota bajo velo y permanencia durante 14 meses. Acidez y sapidez por un tubo, talco y tiza, nariz de frutos secos, manzana madura, naranja. Curiosamente me recuerda a otro vino elaborado en Galicia que pasa 60 meses en barrica...








miércoles, 7 de septiembre de 2016

Valor Añadido


Ya vuelven a ser muchos días, semanas (incluso meses) sin escribir. Reconozco que la desidia veraniega me ha podido un poco, porque vinos sobre los que hablar me sobran; y ha sido este un verano altamente enológico para mi: Comenzando por Vinoble en un ya lejanísimo mayo (snif) y pasando por la VI A Emoción dos Viños  y las catas en Er Guerrita en los meses siguientes.
Así que vinos, lo que se dice vinos, han sido unos cuantos, pero por aquello de no empezar la vuelta al cole con el típico resumen de cómo ha sido tu verano, creo que voy a escribir precisamente de lo que menos me ha gustado de estos últimos meses. Sí, soy así, un poco "tocanarices" a veces.

Además empezaré por el final, en plan spoiler, porque las cosas malas, cuanto antes las olvidemos, mejor.
Leía hoy en El País el artículo Supervinos 2017: Diez vinos buenos de supermercado por menos de 3 euros. Podéis compartir conmigo la lectura de esta maravilla en el siguiente enlace.
Sé que no seré la única en hablar de él, y que también hay gente que le sacará mucha más miga que yo, pero, por lo menos una mención honorífica se merece por mi parte.
Primero debería recalcar que en el título lo de "vinos buenos" debería ir entrecomillado o en cursiva, por aquello de que igual están usando el sarcasmo y no nos hemos enterado, ¡yo qué sé!
He perdido la cuenta de las veces que se emplea la puñetera palabra "caldos" que sólo me invita a mojar pan, (igual en este caso con estos vinos es lo mejor que se puede hacer)
Y lo de la clasificación en "Megavinos" y "Supervinos" chachis de la muerte, pues mira, como que tampoco la veo.
Los que me conocéis sabéis que cuando alguien me pregunta por vinos buenos que no se salgan de precio sé cuáles recomendar bajo mi criterio, dentro de lo que yo haya podido catar y me haya gustado. Hay vinos buenos por poco precio, pero siempre hablando, en mi opinión, de un rango aceptable para que a la bebida pueda llamársele vino. Y sinceramente, el PVP 1,35€ o 2,90€ que además nos ofrece sabor a jazmín o mora de barranco, pues... caray... me inquieta. ¡¡¡¡A ver si me voy a estar gastando mis dineros en otros vinos y me estoy perdiendo el sabor a mora de barranco por no entrar en el Carrefour!!!!
Bien, no me apetece extenderme más en el articulito ni en el sempiterno debate de que hay que animar a la gente a consumir vino como sea... Porque yo, para que alguien diga que bebe vino comprando eso, prefiero que beban zumo de naranja... o caldo, ya puestos...
No, no: se trata de darle valor a lo que se bebe, a lo que se come, a lo que se ve en la TV, a lo que se lee. Se trata de que importa el qué, pero también el cómo; que, una vez más, no se trata de que todos seamos expertos y manejemos un vocabulario de la leche sobre cata y le demos vueltas a la copa para meter la nariz dentro y hacer la parafernalia... NO. Se trata de que la gente sepa qué se está bebiendo. Y que empiecen a entender que gastarse de vez en cuando, 10, 15, 20, 30 o 40€ en una botella de vino, tampoco es para tanto (la horquila es amplia). Que nos gastamos más en meternos 4 gintonics de garrafón por la noche y no protestamos.
Me gusta explicarle a mis amigos la historia del vino que se beben o de qué zona procede o del trabajo que puede costarle a ese señor hacer una vendimia en vertical con una pendiente de 25%, para que luego lo valoren más, para que sepan que eso que cuesta 2€ en un supermercado no puede ser lo mismo que se están bebiendo porque se ha escogido con cierto criterio y pensando en que el vino es un conjunto de muchas cosas que cuestan dinero y a mi, por ese precio, no me salen las cuentas.
Y creo que tampoco cuesta tanto hacer un poco de proselitismo del bueno, pero eso sí, yo para ir tejiendo mi propia opinión, busco ir a la fuente. Me gusta asistir a catas, visitar bodegas, ir a ferias etcetc. y sobre todo ir a tiendas especializadas. Porque para comprarme un mueble no me voy a una charcutería, pues para comprarme un VINO, me voy a una vinoteca, a perder unos minutos en que alguien me cuente un poco del vino  que voy a llevarme y de las personas que han trabajado para hacerlo, o me asesore según mis gustos personales. Y lo mismo para bebérmelo en un local; busco que el hostelero le dé el mismo valor a lo que pone de beber que a lo que pone de comer, porque sino, mal vamos.
Y de las muchas cosas malas y errores que he visto este verano, la falta de profesionalidad sigue siendo una de ellas. Ni todo el mundo sabe de vino, ni todo el mundo sabe vender vino (algunos no tienen ni puñetera idea), ni todo el mundo juega limpio en este "mundo del vino" y muchos venden vino por no vender tornillos; ni siquiera lo han probado o tienen un criterio tan amplio sobre lo que es un buen vino que todo les vale (hasta el sabor a mora de barranco).
Así que hoy, y no será la última vez que lo haga, le rindo homenaje a los que aportan ese valor añadido al vino, y lo hago enumerando a los que tengo bien cerquita de casa, pero es extensible a todos:
A Miguel y Santi de Madia Leva, A César y Diego de Viños Vivos, a Patxi y Natalia de Gastroteca SCQ y a Martiño y Xosé de VideVide.
A todos ellos GRACIAS por enseñarme cada día.

FOTO:
Porque no todo vale, y lo que vale a veces cuesta bien poco: Castro Candaz - Finca el Curvado 2013, de Raul Pérez y Rodri Méndez
Acidez y equilibrio en el ensamblaje de la madera para la elaboración de este mencía 100% en la Ribeira Sacra, de suelo granítico y fuertes pendientes que desprende aroma a fruta y a monte, con toques de ceniza y ahumado que aporta la madera. El precio, en torno a los 15€. Una ruina oiga.